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jueves, 17 de marzo de 2016

Dosier: Fernando Checa. La crisis de la representación en el reinado de Luis XIV.

LA CRISIS DE LA REPRESENTACIÓN EN EL REINADO DE LUIS XIV.
Parte del Curso en la UIMP de Santander (29 julio-2 agosto de 1996), por Fernando Checa: La imagen del poder en la Europa de la Edad Moderna: de Tiziano a Goya.


Checa usa para analizar el periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo XVII y los inicios del siglo XVIII,  el libro de Peter Burke, La creación de Luis XIV, y en el de Francisco Rico, El pequeño mundo del hombre. En ellos se trasluce que entonces se pensaba que había una correspondencia entre los reyes y los héroes mitológicos, así como que un edificio es perfecto en cuanto refleja la perfección del cuerpo humano, del cielo y de las estrellas.
En la segunda mitad del siglo XVII, por influjo de Descartes, las élites  intelectuales de la sociedad desarrollan una nueva imagen del mundo, que deja de ser entendido como un reflejo para convertirse en una máquina. La teoría estética cambia asimismo: el predominio de la pintura de historia heroica como género máximo cede ante nuevos géneros más atentos a la vida cotidiana. Ya no habrá una jerarquía clara entre los géneros. El siglo XVIII será “El triunfo y la muerte del héroe”.
El sistema de representación cambia, al perder verosimilitud la exageración del heroísmo de los reyes, hasta resultar grotesca, como ocurrirá con Fernando VII ya en los primeros decenios del siglo XIX.

Winckelmann escribe en 1756 Investigación sobre una alegoría, en la que la alegoría moderna debe tener tres rasgos: la sencillez, la claridad y la amabilidad. La sencillez, como rechazo de la exageración, con una sola figura. La claridad, como relación próxima con la cosa que se quiere representar; no como popularización. La amabilidad, como obra sin inconveniencia o terribilidad, sin ese gusto por lo sublime y trágico (naufragios, desastres) que estaba de moda en Inglaterra entonces.


Algarotti afirma en su Tratados sobre la arquitectura, la pintura y la música que el pintor debe evitar la erudición y la mitología demasiado compleja.

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